La atracción, que también se puede definir como “química”, es esa poderosa fuerza que nos lleva a querer estar todo el tiempo con la otra persona elegida y no poder sacárnosla de nuestro pensamiento.
Es esa electricidad que podemos sentir estando en su presencia, una mezcla de ansiedad, nerviosismo, magnetismo, confianza, entusiasmo y total bienestar.
La atracción física, quizá sea la más evidente, la que no conlleva demasiado misterio, pero la química que podemos establecer con otra persona desde el punto de vista emocional, a partir de su personalidad, su manera de ser, de expresarse, quizá sea la más interesante de analizar.
Desde el punto de vista puramente químico u orgánico, la responsabilidad de tener esas sensaciones hacia determinada persona, es de las feromonas, sustancias que segrega el organismo y que se perciben de manera muy sutil a través del olfato.
Cuando una persona segrega gran cantidad de feromonas, mayor será el interés que despierte en otras.
El olor de las feromonas es imperceptible. Es una mezcla de secreciones exudadas por el organismo de manera inconciente.
De esta manera, podemos afirmar que estas sustancias químicas intervienen en el juego de la seducción y regulan la atracción entre dos personas.
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